Me acerqué al pueblo caminando satisfecho. Al llegar a la puerta de la empalizada, que se encontraba abierta, pude percibir la incomodidad de los dos guardias que la custodiaban. A medida que me acercaba, uno de ellos se me encaraba para dirigirme la palabra.
- Saludos, elfo oscuro - Habló esperando mi contestación.
Miré al guardia divertido por su reacción.
- Saludos, caminante de la superficie...
El humano me miró el brazo sanguinoliento y después empezó a hablar.
- Tu llegada suscita muchas preguntas. ¿Cómo diablos has entrado en la isla?
- Por el Inframundo...
- ¿Eh? - El guardia parecía sumamente confundido - ¿Dices que hay una entrada al Inframundo aquí, en la isla de Kortos? - Me observó detenidamente - Está bien, no creo que seas un aliado de los devoradores, si no sus vasallos no te hubiesen atacado. Puedes pasar, pero no olvides ir al cuartel de la guardia. Es probable que nuestro capitán quiera hablar contigo -Tras decir eso se apartó permitiéndome el paso - ¿Por cierto, tu nombre?
- Sombra
Me adentré en el poblado sin dar tiempo a réplicas sobre mi “pseudónimo”, que no lo era en absoluto.
La puerta se hallaba en la zona más alta, desde allí podía ver toda la aldea. La empalizada rodeaba desde cierta distancia un pueblecillo de casas pequeñas de madera que se distribuían dando lugar a calles anchas y espaciosas. A lo largo de la empalizada unos cuantos guardias vigilaban la lejanía desde pequeñas torretas. Por su aspecto, no aparentaba ser un pueblo necesitado de protección. El sonido de las olas y el olor del mar inundaban la villa, dándole un aire de tranquilidad. En los astilleros, en el otro extremo del pueblo, divisé numerosas embarcaciones amarradas. Por su aspecto, no parecía haber actividad pesquera reciente. Cerca de la entrada, en una de las anchas calles, dos niños jugaban a pillar. Cuando pasé por su lado se quedaron mirándome con curiosidad. Carraspeé mientras caminaba, buscando el cuartel. No tenía ganas de lidiar con la autoridad, pero quizá el regente pudiera darme algo de trabajo.
Tras un rato caminando por las tranquilas calles, encontré un edificio de madera al que vi entrar a dos guardias. Un tercero permanecía en la puerta del edificio.
- Debe ser aquí... – Pensé para mí mismo en voz alta, pero en susurros.
Me acerqué asegurándome de que la capucha ocultaba por completo mi rostro. Los Drow no son bienvenidos en ningún lugar.
- Vengo a ver al regente, me envía uno de los guardas de la puerta… - Dije de mala gana.
- Esta bien, podéis pasar, pero descubríos el rostro, nunca se sabe con los devoradores rondando por la isla.
- …No creo que sea de vuestro agrado lo que se oculta bajo el manto de oscuridad de mis ropajes.
Me adentré sin más dilación en el cuartel. El guardia intentó detenerme, pero pasé sin mucho esfuerzo. Entré a una habitación pobremente amueblada, con un par de puertas. Tras una mesa un hombre de aspecto curtido estudiaba detenidamente unos planos. Por su vestimenta y su porte, deduje rápidamente que debía ser el regente de la milicia autóctona. Levantó la cabeza, apartando la vista de sus mapas y dirigiéndola a mí.
- Saludos, ¿que os trae aquí?
- Uno de tus guardias me ha mandado hacia aquí... Estoy interesado en cualquier trabajo que podáis darme. He matado a unas cuantas de esas criaturas que rondan por aquí... Espero que eso sea suficiente para demostrar que valgo para lo que sea.
- Ya veo, habláis de los Shaughain? Sus amos son bastante peores. Y hablando de eso... Antes de decir nada más, tengo curiosidad por saber que oculta esa capucha.
- En el trato hay dos partes... Me dais trabajo, y yo no hago preguntas.
- No lo repetiré ¿Quién sois?
- Eres testarudo, *rivvil…
*Rivvil: En el idioma de los Drow, significa humano.
Me quité la capucha, dejando ver mi rostro. Mis ojos le miraban con irritación mientras escrutaba mi aspecto.
- Entiendo la negativa, ya se que no eres uno de esos devoradores. Pero me gustaría saber como demonios has entrado en la isla, no recuerdo que hubiese Elfos Oscuros en Kortos. Si buscas trabajo, quiero saberlo.
Volví a ponerme la capucha después de satisfacer al humano. Empezó a caerme mal… Le mataría tarde o temprano.
- Te contestaré lo mismo que a todos esos guardias que tienes ahí fuera... Por las entrañas de la tierra, dónde reina la oscuridad. De un lugar al que ningún humano osaría bajar...
- Creía que solo erais criaturas de leyendas sobre magos locos y laberintos con vida propia. Espero que no haya muchos más viniendo por donde tú. Bueno... Dices que has matado a unos cuantos Shaughain, ¿Donde los encontraste?
- Cerca de la playa... Parecían estar vigilando unas ruinas. Encontré un barco destrozado en la costa. Según me dijo un superviviente, les atacaron. Acabé con el sufrimiento de ese pobre infeliz... Y también con el de las cinco criaturas que custodiaban las ruinas.
- Vale, ahora realmente me creo que no has venido en un barco, si no, sabrías que le paso a ese barco del que hablas. Si hablas de ruinas debes referirte a las antiguas criptas. No solo vigilaban, llevan tres meses ya buscando un maldito sabio, o lo que quiera que sea. Y si no lo encuentran pronto puede que decidan que esta en nuestro pueblo.
- Si el pueblo desea que le haga un favor, estaré encantado de aceptar lo que me deis a cambio...
- Te mueves con gracilidad elfo oscuro, y no nos vendría mal que echases un vistazo ahí fuera. Si exploras esas ruinas y vuelves con alguna información útil, habrá recompensa para ti.
- Volveré con sus cabezas clavadas en una pica, pero antes de marcharme... Dónde puedo curarme…? Incluso los elfos oscuros sangran...
- Eso también te traerá recompensa. Para curarte puedes asistir a la capilla. Ahora márchate, tengo cosas que hacer – Y sin más, volvió a hundir la cabeza en sus mapas.
Me di media vuelta sin decir una palabra y salí del edificio de ébano. Caminé, buscando con la mirad ala iglesia, hasta que me acerqué a sus puertas tras divisarla. Me quedé mirando el exterior unos segundos antes de entrar. No me gustaban las iglesias… Ni siquiera los templos de Lloth me agradaban. Se trataba de una pequeña capilla cerca de los muelles, de formas lisas y sencillas, con el correspondiente emblema de su dios tallado en el pórtico. Al entrar accedí a un pequeño recinto coronado por un altar sobre el que reposaban baratijas varias. Algunos marineros estaban rezando en el interior. Un hombre anciano de mirada vagabunda se dirigió a mí cuando me vió entrar al lugar.
- Saludos, soy Bradn, encargado del templo. Pareces desorientado. ¿Te puedo ayudar?
- Vengo buscando sanación – Respondí mientras miraba al cura de arriba abajo.
- Sígueme, tengo algunas pociones por aquí- Tras rebuscar en unos cajones sostiene una botella repleta de liquido curativo - ¿Con esto serviría? 10 piezas de oro serán suficientes para reponerla.
Le di el dinero y le quité de las manos con brusquedad la poción, haciéndola correr por mi garganta casi con ansias. Mientras bebía, sentí la herida cerrarse.
- Gracias ¿Necesitarías algo más, viajero?
Salí de la iglesia sin siquiera decir adiós, encaminándome hacia las ruinas. El paseo hacia allí fue silencioso, solo escuchaba mis pasos y los sonidos naturales de mi alrededor mientras andaba. Cuando estuve cerca de las explanadas de las ruinas me agazapé y seguí avanzando mientras me ocultaba. La estrategia funcionó una vez, podría funcionar una segunda.
El Sol se había puesto hacía unas horas. Mi visión se afinaba en la oscuridad, y los ojos , por fin, dejaron de arderme. La brisa marina seguía siendo agobiante, pero no podía hacer más que protegerme con mis ropajes. Me invadió la soberbia por instantes; Iba a luchar como en casa… A oscuras.
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