El abuelo, a sus 650 años de vida, había vivido muchas batallas. Había visto los continuos conflictos entre los hijos de la Diosa Araña Lloth, y empezaba a estar cansado del continuo derramamiento de sangre. Por esa razón, decidió abandonar Menzoberranzan para siempre. Pero antes, decidió que la abandonaría para no volver, por lo que trazó un plan maestro. Bradda, que acostumbraba a acudir a las reuniones del Consejo de Menzoberranzan, aún formando parte de una Casa sin rango suficiente en la jerarquía de la ciudad, provocó una disputa si más no ridícula con Gromph, el Archimago de la Suprema Casa Baenre, la Casa que había gobernado la ciudad desde que se fundó, y desde siempre.
Consiguió fingir su muerte a manos del Archimago Gromph, y se dispuso a abandonar la ciudad encubiertamente. Para desgracia de él, su hija Silmarien le descubrió mientras intentaba marcharse. Bradda se lo explicó todo, y convenció a su hija con una suave caricia en la mejilla y una súplica de que le dejara marcharse. Prometió estar siempre ahí, aunque ella no pudiera verle. Silmarien, resignada, no pudo negarle su voluntad a su propio padre y lo dejó marchar. Poco después de que Bradda se marchara, y habiendolo dado por muerto, las otras Casas empezaron a trazar planes. Todo el mundo temía a la Casa Idrill'mar, pues Bradda tenía un talento natural para la magia que lo llevó a igualar en poder al Archimago Gromph... Las Casas que estaban por encima de Idrill'mar jerárquicamente temían su rápido ascenso. Idrill'mar estaba en el puesto número 9; Si eliminaban a la octava Casa, Agrach Dyrr, entrarían en el Consejo de la ciudad, pues estaba formado por las ocho Casas más influyentes.
Agrach Dyrrm la octava, llamó a la décima, Myzzrim, y trazaron un plan. Durante 80 años prepararon la caída de Idrill'mar, y cuando todo estuvo listo, asediaron el hogar de la familia de Idrill'mar.
Bradda, en su ausencia, había viajado y en una de sus aventuras había conseguido, nunca se sabrá como, un amuleto muy especial. Lo cierto es que ya poseía ese amuleto antes de marcharse de la ciudad, pues era una parte crucial del plan. El amuleto en cuestión encerraba el alma de un Monje muy poderoso, tanto que otorgaba inmunidad al envejecimiento a su portador. Técnicamente, Bradda nunca podría morir de vejez, pues siempre conservaba el aspecto de la edad de 650 años, la que tenía cuando se marchó de la ciudad.
Bradda se dio cuenta de que el combate con Gromph había debilitado el poder del amuleto, y durante esos 80 años, poco a poco, la esencia del Monje encerrado se estaba perdiendo. Pocos dias antes de que ocurriera la masacre de Idrill'mar, Bradda se marchó en un viaje extraplanario a buscar cierto material que haría que su amuleto volviese a tener el poder de antes para que la esencia del Monje atrapado no se escapara.
A su regreso, Bradda encontró el hogar de sus nietos y su hija totalmente en llamas. Entre los escombros, logró encontrar a dos de sus nietos, los mayores, Ithil y Nordrim. Pero Veldrin, el más pequeño de todos, no estaba allí... Su cuerpo ni siquiera apareció. Bradda ayudó a escapar de la ciudad a Ithil y Nordrim, dando por muertos a todos los demás.
Mientras tanto, Veldrin escapaba de la ciudad a través de los túneles de la Infraoscuridad, rumbo a la Isla de Kortos, a pesar de que él ni siquiera sabía hacia dónde iba. Bradda les borró la memoria a sus dos nietos para que no recordaran que los salvó, y por tanto, que siguieran pensando que él estaba muerto, y volvió a desaparecer.
Los tres hijos de Silmarien y Nivrim vagaban ahora por la superfície, desamparados. Todos ellos emprendieron un viaje en busca de poder y venganza, Agrach Dyrr y Myzzrim tenían pecados que redimir con sus vidas.
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